/Palco Politico
ES DIFÍCIL ENTENDER y más aún reconocer que el peligro extremo de los seres humanos son ellos mismos. Por regla general, se tiene el cuidado de no aproximarse a zonas peligrosas, a individuos conflictivos, a sitios donde se corre un alto riesgo, pero pocas veces los seres humanos incluyen dentro de tales riesgos, a sí mismos.
Un grupo de seis jóvenes, que salieron de juerga no imaginaron que se toparían con la muerte. Salieron a divertirse y dos de ellos, mujeres, terminaron sin vida. Es una verdadera tragedia. Nadie recordó aquella campaña que advierte que alcohol y gasolina hacen una mezcla explosiva. Que causan la muerte.
Pareciera la trama de una película trágica. Cuatro hombres y 2 mujeres decidieron salir de parranda y acudieron a un antro de la zona Centro de Tijuana.
Como dicen comúnmente, se pusieron hasta las chanclas. Total, casi salía el sol cuando decidieron abandonar el lugar. Iban en auto pero salieron volando. A poca distancia, debido al exceso de velocidad, se estamparon contra un muro de contención.
En el lugar fallecieron la conductora y una mujer, que le acompañaba de copiloto. Ambas de 33 años de edad. Cuatro jóvenes que le acompañaban, de 24 años cada uno, resultaron heridos.
Es fácil deducir que el alcohol les hizo perder la noción del riesgo. La gasolina hizo lo demás. Es terrible, que el alcohol haya enlutado a dos familias. Que una parranda haya terminado en tragedia.
Si alguien se los hubiese advertido, seguramente nadie lo hubiese creído. Dicen que nadie experimenta en cabeza ajena. Y es que es difícil imaginar que puedan encontrar la muerte en el fondo de un vaso de licor.
Nadie se acordó para qué servía el conductor designado. Quizás nadie estaba en condiciones de asumir ese papel. Ojalá que hechos tan lamentables sirvan de ejemplo a otras personas y que los tomen en cuenta para que no se repitan.
Es evidente que hace falta insistir en los programa de concientización, tendientes a prevenir que no se maneje bajo los influjos del alcohol. Que en los antros, cuiden de vender bebidas a sus clientes cuando están visiblemente alegres. El consumo sin control es en contra de ellos mismos. Se les van a morir los clientes.
Podrían frenarse o evitarse tales tragedias si se estableciera vigilancia afuera de los antros, para evitar que conduzcan personas bajo los efectos del alcohol. Es peligroso, no solo para los conductores, sino también para el resto de personas.
La “mexicana alegría” es un mal social, sumamente grave. Alguien tiene que hacer algo para frenarlo. Más vale prevenir que lamentar.
Gilberto Lavenant
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